Por Handry Santana
A tres horas del pueblo Odalma se pregunta si vale la pena emprender un viaje tan largo en medio del cierre de un gran negocio; pero la duda la atormenta. ¿Quién habrá subido a su ahijado a un árbol? Con su BB en mano se deja arrastrar por la carretera desempolvando sus recuerdos del pueblo, guardando su fragancia de mujer cosmopolita.
Ramoncito es el terror del barrio, al cumplir diez años pesa sobre sus hombros un sin fin de hazañas. Le dicen “el matador”, no hay pecera que se le salve. Doña Antonia es una anciana solitaria de rostro duro y arrugas marcadas, la única expresión de ternura se la regala cada día a su gato, quien es víctima de la mente traviesa del niño. Cohetes en el rabo y una larga lista de torturas lo convierten en el blanco predilecto del “matador”.
En su cumpleaños recibió un regalo a la medida de su ingenio, una pistola que lanzaba pequeños proyectiles con una fuerza capaz de provocar significativos moretones a sus desafortunados primos. Era el arma perfecta para su plan. Secuestró el gato de Doña Antonia amarrándolo con una cuerda a la mata de mango del patio de su casa. Docenas de veces los proyectiles golpeaban al pobre animal, mientras “el matador” disfrutaba los maullidos desgarradores.
El gato logra zafarse de aquel paredón, salta sobre el niño clavando con dureza sus garras, provocándole fuertes rasguños. El gato subió hasta lo más alto del árbol, perseguido por Ramoncito, quien al verse tan arriba se aferró al tronco atrapado por el pánico, mientras el gato desaparecía entre las ramas victorioso de su venganza.
Sus padres llevaban horas buscándolo, hasta que alguien grito: -¡El diablo lo encaramó en la mata de mango! Muchos testificaron haber escuchado el diablo volar sobre el techo, agarrar al niño y llevarlo a la cima del árbol, luego de lastimarlo con sus largas uñas. -¡Hay que llamar la madrina para bajarlo! -exclamó Doña Antonia impactada.
Ramoncito seguía inmóvil, agarrado fuertemente, sosteniendo sus piernas sobre una rama de frágil apariencia. Nadie en el barrio hacia otra cosa que observar y rezar con agua bendita por la suerte del “matador” esperando la madrina.
Odalma llegó luego de un agotador viaje. Atónita no entendía la razón del gentío, hasta que diviso aquel pequeño bulto adherido al árbol comprendiendo lo que pasaba. Usaron una escalera para bajar a Ramoncito. El niño recuperaba aliento, decir la verdad le costaría un gran castigo. Abrazó sus padres contándoles como el diablo lo había subido al árbol, guiñándole sutilmente un ojo a su Madrina, quien se preguntaba cual había sido la nueva travesura de su ahijado .
A tres horas del pueblo Odalma se pregunta si vale la pena emprender un viaje tan largo en medio del cierre de un gran negocio; pero la duda la atormenta. ¿Quién habrá subido a su ahijado a un árbol? Con su BB en mano se deja arrastrar por la carretera desempolvando sus recuerdos del pueblo, guardando su fragancia de mujer cosmopolita.
Ramoncito es el terror del barrio, al cumplir diez años pesa sobre sus hombros un sin fin de hazañas. Le dicen “el matador”, no hay pecera que se le salve. Doña Antonia es una anciana solitaria de rostro duro y arrugas marcadas, la única expresión de ternura se la regala cada día a su gato, quien es víctima de la mente traviesa del niño. Cohetes en el rabo y una larga lista de torturas lo convierten en el blanco predilecto del “matador”.
En su cumpleaños recibió un regalo a la medida de su ingenio, una pistola que lanzaba pequeños proyectiles con una fuerza capaz de provocar significativos moretones a sus desafortunados primos. Era el arma perfecta para su plan. Secuestró el gato de Doña Antonia amarrándolo con una cuerda a la mata de mango del patio de su casa. Docenas de veces los proyectiles golpeaban al pobre animal, mientras “el matador” disfrutaba los maullidos desgarradores.
El gato logra zafarse de aquel paredón, salta sobre el niño clavando con dureza sus garras, provocándole fuertes rasguños. El gato subió hasta lo más alto del árbol, perseguido por Ramoncito, quien al verse tan arriba se aferró al tronco atrapado por el pánico, mientras el gato desaparecía entre las ramas victorioso de su venganza.
Sus padres llevaban horas buscándolo, hasta que alguien grito: -¡El diablo lo encaramó en la mata de mango! Muchos testificaron haber escuchado el diablo volar sobre el techo, agarrar al niño y llevarlo a la cima del árbol, luego de lastimarlo con sus largas uñas. -¡Hay que llamar la madrina para bajarlo! -exclamó Doña Antonia impactada.
Ramoncito seguía inmóvil, agarrado fuertemente, sosteniendo sus piernas sobre una rama de frágil apariencia. Nadie en el barrio hacia otra cosa que observar y rezar con agua bendita por la suerte del “matador” esperando la madrina.
Odalma llegó luego de un agotador viaje. Atónita no entendía la razón del gentío, hasta que diviso aquel pequeño bulto adherido al árbol comprendiendo lo que pasaba. Usaron una escalera para bajar a Ramoncito. El niño recuperaba aliento, decir la verdad le costaría un gran castigo. Abrazó sus padres contándoles como el diablo lo había subido al árbol, guiñándole sutilmente un ojo a su Madrina, quien se preguntaba cual había sido la nueva travesura de su ahijado .
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