TEATRO DE CALLE, MERENGUE DE CALLE

En mi época de actividad juvenil en clubes llegué a crear varios grupos de teatro que, por su procedencia y la forma empírica de montar las obras de teatro y los lugares donde nos presentábamos, le llamábamos “teatro de calle”.
Ahora hay “merengue de calle”.
Pero el “teatro de calle” lo hacíamos jóvenes de los más bajos extractos sociales preocupados por las problemáticas de los barrios que, sin ningún conocimiento de técnicas actorales, nos lanzábamos a realizar montajes de creación colectiva, pero con mensajes.
Mensajes que iban desde la denuncia de la represión política, la ingerencia cultural extranjera, hasta los más barriales como las drogas, insalubridad, educacional, abandona gubernamental, entre muchos otros.
Salíamos con la ropa de los personajes en un bulto y en cualquier esquina o parque de cualquier barrio o pueblo, y ahí hacíamos nuestra representación.
O sea, que en esa época el teatro de calle, no el perfumado, elitista y amanerado como el que se promovía en otras latitudes, era el que usábamos como instrumento de denuncias.
Entonces no se hacía denuncias en nuestra contra de si era teatro o no lo que hacíamos, como ocurre ahora con el famoso llamado “merengue de calle”.
Este, evidentemente no tiene el sentido, el fondo ni persigue en su contenido lo que perseguía el “teatro de calle”